2014-07-14

¿EN MANOS DEL DESTINO?

Oda Nabunaga fue un señor de la guerra; medio legendario, a quien entre otras epopeyas se le atribuye la sangrienta unificación del Japón medieval. Se dice que Oda Nabunaga se dirigió con su pequeño ejército a enfrentarse con otro señor feudal que tenía un ejército mucho más numeroso. Sus vasallos estaban desmoralizados.

Cerca del lugar donde se debía dirimir la batalla se erigía un templo sintoísta. Era un templo muy parecido al de Delfos en la antigua Grecia, que tenía la capacidad de vaticinar los favores divinos: las personas acudían allí para orar a los dioses y pedirles su gracia. Cuando se salía del santuario era costumbre lanzar una moneda al aire; si salía cara, se cumplían los favores que se habían pedido.

Oda Nabunaga fue al templo y rogó ayuda de los dioses para que fuesen favorables a su ejército a pesar de ser menos numeroso. Al salir del templo, lanzó la moneda y salió cara. Sus guerreros envalentonados se dirigieron presurosos a la batalla y la ganaron.

Cuando la lucha se acabó, un lugarteniente se dirigió a Oda Nabunaga y le dijo: «Estamos en manos del destino, nada podemos hacer contra aquello que deciden los dioses», y Oda Nabunaga le contestó: «Cuanta razón tienes, amigo mío», y le enseñó la moneda: tenía dos caras.

La resiliencia es andar por la vida con una moneda de dos caras. La moraleja de la historia de Nabunaga nos dice que, a menudo, el destino está en nuestras manos. El futuro se debe construir y nosotros tenemos mucho que decir al respecto. Para hacer realidad aquello que queremos, es necesario creer que nuestro futuro no es un regalo. No estamos delante de una situación totalmente ajena a nosotros, más bien, nuestro futuro es algo que podemos conquistar. El ser humano tiene la capacidad de ser guionista y protagonista de sus propias historias.