2006-05-09

EL PROBLEMA DEL SULTÁN




El sultán estaba desesperado por no encontrar un nuevo recaudador.

-¿No hay ningún hombre honesto en este país que pueda recaudar los impuestos sin robar dinero? -se lamentó el sultán. Acto seguido llamó a su consejero más sabio y le explicó el problema.

-Anunciad que buscáis un nuevo recaudador, Alteza -dijo el consejero-, y dejadme a mí el resto.

Se hizo el anuncio y aquella misma tarde la antecámara del palacio estaba llena de gente. Había hombres gordos con trajes elegantes, hombres delgados con trajes elegantes y un hombre con un traje vulgar y usado. Los hombres de los trajes elegantes se rieron de él.

-El sultán, por supuesto, no va a seleccionar a un pobre como su recaudador -dijeron todos.

Por fin entró el sabio consejero.

-El sultán os verá a todos en seguida -dijo-, pero tendréis que pasar de uno en uno por el estrecho corredor que lleva a sus aposentos.

El corredor era oscuro y todos tuvieron que ir palpando con sus manos para encontrar el camino. Por fin, todos se reunieron ante el sultán.

-¿Qué hago ahora? -susurró el sultán.
-Pedid que bailen todos -dijo el hombre sabio.

Al sultán le pareció extraña aquella medida, pero accedió, y todos los hombres empezaron a bailar.


- Nunca en mi vida he visto unos bailarines tan torpes -dijo el sultán-. Parece que tienen pies de plomo.

Sólo el hombre pobre pudo saltar mientras bailaba.
- Este hombre es vuestro nuevo recaudador- dijo el hombre sabio-. Llené el corredor de monedas y joyas y él fue el único que no llenó sus bolsillos con las joyas robadas.

El sultán había encontrado un hombre honrado.