2006-05-16

PARÁBOLA DEL MAESTRO FIGUEREDO

Por Eduardo Galeano

A la mañana siguiente pasaron por allí unos arrieros y encontraron al maestro Figueredo cubierto de moretones y de sangre. Estaba vivo, pero en muy mal estado. Casi no podía hablar. Hizo un increíble esfuerzo y llegó a balbucir con unos labios entumecidos e hincha-dos:

- "Me robaron las mulas".

Volvió a hundirse en un silencio que dolía y, tras una larga pausa, logró empujar hacia sus labios destrozados una nueva queja:

- "Me robaron el arpa".

Al rato, y cuando parecía que ya no iba a decir nada más, empezó a reir. Era una risa profunda y fresca que inexplicablemente salía de ese rostro desollado. Y, en medio de la risa, el maestro Figueredo logró decir:

- ¡Pero no me robaron la música!