Precaución ante los bandidos
El filósofo francés, Ernest Renan andaba con los preparativos de su próximo viaje a Palestina, cuando un buen amigo le advirtió de los peligros del lugar:
- Cuidado Ernest, hay muchos bandidos por allí. Creo que deberías llevar contigo un fusil, por si acaso.
- ¿Para qué? ¡Los bandidos me lo robarían!
El filósofo francés, Ernest Renan andaba con los preparativos de su próximo viaje a Palestina, cuando un buen amigo le advirtió de los peligros del lugar:
- Cuidado Ernest, hay muchos bandidos por allí. Creo que deberías llevar contigo un fusil, por si acaso.
- ¿Para qué? ¡Los bandidos me lo robarían!
Diógenes y la hora de comer
Conocido era el desprecio que sentía Diógenes de Sínope por las convenciones sociales. Tanto que, ello le llevó a vivir en el interior de un tonel.
En cierta ocasión, uno de sus discípulos le preguntó:
- Maestro, dinos ¿a qué hora se debe poner uno a comer?
- Depende, si eres rico puedes comer cuando quieras y, si eres pobre, siempre que puedas
Incredulidad religiosa
Paseaba junto a un amigo por la calle cuando se cruzarón con una procesión precedida por un Cristo crucificado, motivo por el cual Voltaire se quitó el sombrero en señal de respeto.
- Os creía incrédulo en materia de religión- le dijo su acompañante, sorprendido por el gesto
- Y lo soy- matizó Voltaire -Aunque Cristo y yo nos saludamos, no nos hablamos
Paseaba junto a un amigo por la calle cuando se cruzarón con una procesión precedida por un Cristo crucificado, motivo por el cual Voltaire se quitó el sombrero en señal de respeto.
- Os creía incrédulo en materia de religión- le dijo su acompañante, sorprendido por el gesto
- Y lo soy- matizó Voltaire -Aunque Cristo y yo nos saludamos, no nos hablamos
Wittgenstein y el tren
Se cuenta que el filósofo Ludwig Wittgenstein se encontraba en la estación de Cambridge esperando el tren con una colega. Mientras esperaban se enfrascaron en una discusión de tal manera que no se dieron cuenta de la salida del tren. Al ver que el tren comenzaba a alejarse Wittgenstein echó a correr en su persecución y su colega detrás de él. Wittgenstein consiguió subirse al tren pero no así su colega.
Al ver su cara de desconsuelo, un mozo que estaba en el andén le dijo:
- No se preocupe, dentro de diez minutos sale otro.
- Ud. no lo entiende- le contestó ella -él había venido a despedirme.-
Se cuenta que el filósofo Ludwig Wittgenstein se encontraba en la estación de Cambridge esperando el tren con una colega. Mientras esperaban se enfrascaron en una discusión de tal manera que no se dieron cuenta de la salida del tren. Al ver que el tren comenzaba a alejarse Wittgenstein echó a correr en su persecución y su colega detrás de él. Wittgenstein consiguió subirse al tren pero no así su colega.
Al ver su cara de desconsuelo, un mozo que estaba en el andén le dijo:
- No se preocupe, dentro de diez minutos sale otro.
- Ud. no lo entiende- le contestó ella -él había venido a despedirme.-
Los honorarios de Sócrates
Cierto día, un rico ateniense encargó a Sócrates la educación de su hijo. El filósofo le pidió por aquel trabajo quinientos dracmas, pero al hombre le pareció un precio excesivo.
- Por ese dinero puedo comprarme un asno.
- Tiene razón. Le aconsejo que lo compre y así tendrá dos.
Cierto día, un rico ateniense encargó a Sócrates la educación de su hijo. El filósofo le pidió por aquel trabajo quinientos dracmas, pero al hombre le pareció un precio excesivo.
- Por ese dinero puedo comprarme un asno.
- Tiene razón. Le aconsejo que lo compre y así tendrá dos.
El hombre según Platón
Tras oír que Platón definía al hombre como “Un animal de dos patas sin plumas”, el filósofo Diógenes le envió a su academia un gallo desplumado comentando:
- Aquí está el hombre de Platón.
Platón tuvo que añadir a su definición: “…con uñas anchas y planas”
Tras oír que Platón definía al hombre como “Un animal de dos patas sin plumas”, el filósofo Diógenes le envió a su academia un gallo desplumado comentando:
- Aquí está el hombre de Platón.
Platón tuvo que añadir a su definición: “…con uñas anchas y planas”
Yo soy el Papa
En cierta ocasión Bertrand Russel estaba especulando sobre enunciados condicionales del tipo :“Si llueve las calles están mojadas” y afirmaba que de un enunciado falso se puede deducir cualquier cosa.
Alguien que le escuchaba le interrumpió con la siguiente pregunta :
- “Quiere usted decir que si 2 + 2 = 5 entonces usted es el Papa”.
Russel contestó afirmativamente y procedió a demostrarlo de la siguiente manera :
- “Si suponemos que 2 + 2 = 5, entonces estará de acuerdo que si restamos 2 de cada lado obtenemos 2 = 3. Invirtiendo la igualdad y restando 1 de cada lado, da 2 = 1. Como el Papa y yo somos dos personas y 2 = 1 entonces el Papa y yo somos uno, luego yo soy el Papa”
En cierta ocasión Bertrand Russel estaba especulando sobre enunciados condicionales del tipo :“Si llueve las calles están mojadas” y afirmaba que de un enunciado falso se puede deducir cualquier cosa.
Alguien que le escuchaba le interrumpió con la siguiente pregunta :
- “Quiere usted decir que si 2 + 2 = 5 entonces usted es el Papa”.
Russel contestó afirmativamente y procedió a demostrarlo de la siguiente manera :
- “Si suponemos que 2 + 2 = 5, entonces estará de acuerdo que si restamos 2 de cada lado obtenemos 2 = 3. Invirtiendo la igualdad y restando 1 de cada lado, da 2 = 1. Como el Papa y yo somos dos personas y 2 = 1 entonces el Papa y yo somos uno, luego yo soy el Papa”