Cuenta la leyenda urbana que en cierta ocasión toreaba en la plaza de las Ventas Rafael Gómez Ortega, el Gallo. Estando en el callejón, entre toro y toro, alguien se le acercó y guiándole hacia unos de los tendidos le presentó a un señor encorbatado que se sentaba en los barrera. Dicen que la conversación se mantuvo en los siguientes términos:
-Maestro, le presentó a Don José Ortega y Gasset- dijo el avezado guía.
-Buenas tardes.
-Buenas tardes, maestro. Me alegro mucho de poder conocerle. Soy gran admirador suyo.
-Don José es un gran filósofo- volvió a interrumpir el guía.
El Gallo quedó pensativo durante unos instantes, y dirigiendo una mirada fija a Ortega le preguntó:
-Perdone, ¿a qué ha dicho usted que se dedica?
-Soy filósofo. Me dedico a pensar.
Los ojos de el Gallo se abrieron de par en par y, sin pensárselo dos veces, mientras se daba la vuelta para volver a concentrarse en su próximo toro, le espetó:
-¡Hay gente pa to!
Una página ideal para profesores y padres que quieran educar en valores solidarios...
2014-07-16
Diálogo entre Albert Einstein y Charles Chaplin
Se cuenta que en una reunión social Einstein coincidió con el actor Charles Chaplin. En el transcurso de la conversación Einstein le dijo a Chaplin:
-Lo que he admirado siempre de usted es que su arte es universal todo el mundo le comprende y le admira.
A lo que Chaplin respondió:
-Lo suyo es mucho más digno de respeto: todo el mundo lo admira y prácticamente nadie lo comprende.
Dante Alighieri y el bufón del príncipe
En cierta ocasión el príncipe Della Scalla se acercó a Dante y le dijo con rintintín:
-Señor Dante, no entiendo cómo un hombre tan cultivado como vos es tan odiado por mi corte mientras que mi bufón es tan amado.
A lo que Dante respondió :
-Bien, Su Excelencia debe tener en cuenta que normalmente nos caen mejor aquellas personas a las que más nos parecemos.
Curiosas anécdotas de famosos filósofos
Precaución ante los bandidos
El filósofo francés, Ernest Renan andaba con los preparativos de su próximo viaje a Palestina, cuando un buen amigo le advirtió de los peligros del lugar:
- Cuidado Ernest, hay muchos bandidos por allí. Creo que deberías llevar contigo un fusil, por si acaso.
- ¿Para qué? ¡Los bandidos me lo robarían!
El filósofo francés, Ernest Renan andaba con los preparativos de su próximo viaje a Palestina, cuando un buen amigo le advirtió de los peligros del lugar:
- Cuidado Ernest, hay muchos bandidos por allí. Creo que deberías llevar contigo un fusil, por si acaso.
- ¿Para qué? ¡Los bandidos me lo robarían!
Diógenes y la hora de comer
Conocido era el desprecio que sentía Diógenes de Sínope por las convenciones sociales. Tanto que, ello le llevó a vivir en el interior de un tonel.
En cierta ocasión, uno de sus discípulos le preguntó:
- Maestro, dinos ¿a qué hora se debe poner uno a comer?
- Depende, si eres rico puedes comer cuando quieras y, si eres pobre, siempre que puedas
Incredulidad religiosa
Paseaba junto a un amigo por la calle cuando se cruzarón con una procesión precedida por un Cristo crucificado, motivo por el cual Voltaire se quitó el sombrero en señal de respeto.
- Os creía incrédulo en materia de religión- le dijo su acompañante, sorprendido por el gesto
- Y lo soy- matizó Voltaire -Aunque Cristo y yo nos saludamos, no nos hablamos
Paseaba junto a un amigo por la calle cuando se cruzarón con una procesión precedida por un Cristo crucificado, motivo por el cual Voltaire se quitó el sombrero en señal de respeto.
- Os creía incrédulo en materia de religión- le dijo su acompañante, sorprendido por el gesto
- Y lo soy- matizó Voltaire -Aunque Cristo y yo nos saludamos, no nos hablamos
Wittgenstein y el tren
Se cuenta que el filósofo Ludwig Wittgenstein se encontraba en la estación de Cambridge esperando el tren con una colega. Mientras esperaban se enfrascaron en una discusión de tal manera que no se dieron cuenta de la salida del tren. Al ver que el tren comenzaba a alejarse Wittgenstein echó a correr en su persecución y su colega detrás de él. Wittgenstein consiguió subirse al tren pero no así su colega.
Al ver su cara de desconsuelo, un mozo que estaba en el andén le dijo:
- No se preocupe, dentro de diez minutos sale otro.
- Ud. no lo entiende- le contestó ella -él había venido a despedirme.-
Se cuenta que el filósofo Ludwig Wittgenstein se encontraba en la estación de Cambridge esperando el tren con una colega. Mientras esperaban se enfrascaron en una discusión de tal manera que no se dieron cuenta de la salida del tren. Al ver que el tren comenzaba a alejarse Wittgenstein echó a correr en su persecución y su colega detrás de él. Wittgenstein consiguió subirse al tren pero no así su colega.
Al ver su cara de desconsuelo, un mozo que estaba en el andén le dijo:
- No se preocupe, dentro de diez minutos sale otro.
- Ud. no lo entiende- le contestó ella -él había venido a despedirme.-
Los honorarios de Sócrates
Cierto día, un rico ateniense encargó a Sócrates la educación de su hijo. El filósofo le pidió por aquel trabajo quinientos dracmas, pero al hombre le pareció un precio excesivo.
- Por ese dinero puedo comprarme un asno.
- Tiene razón. Le aconsejo que lo compre y así tendrá dos.
Cierto día, un rico ateniense encargó a Sócrates la educación de su hijo. El filósofo le pidió por aquel trabajo quinientos dracmas, pero al hombre le pareció un precio excesivo.
- Por ese dinero puedo comprarme un asno.
- Tiene razón. Le aconsejo que lo compre y así tendrá dos.
El hombre según Platón
Tras oír que Platón definía al hombre como “Un animal de dos patas sin plumas”, el filósofo Diógenes le envió a su academia un gallo desplumado comentando:
- Aquí está el hombre de Platón.
Platón tuvo que añadir a su definición: “…con uñas anchas y planas”
Tras oír que Platón definía al hombre como “Un animal de dos patas sin plumas”, el filósofo Diógenes le envió a su academia un gallo desplumado comentando:
- Aquí está el hombre de Platón.
Platón tuvo que añadir a su definición: “…con uñas anchas y planas”
Yo soy el Papa
En cierta ocasión Bertrand Russel estaba especulando sobre enunciados condicionales del tipo :“Si llueve las calles están mojadas” y afirmaba que de un enunciado falso se puede deducir cualquier cosa.
Alguien que le escuchaba le interrumpió con la siguiente pregunta :
- “Quiere usted decir que si 2 + 2 = 5 entonces usted es el Papa”.
Russel contestó afirmativamente y procedió a demostrarlo de la siguiente manera :
- “Si suponemos que 2 + 2 = 5, entonces estará de acuerdo que si restamos 2 de cada lado obtenemos 2 = 3. Invirtiendo la igualdad y restando 1 de cada lado, da 2 = 1. Como el Papa y yo somos dos personas y 2 = 1 entonces el Papa y yo somos uno, luego yo soy el Papa”
En cierta ocasión Bertrand Russel estaba especulando sobre enunciados condicionales del tipo :“Si llueve las calles están mojadas” y afirmaba que de un enunciado falso se puede deducir cualquier cosa.
Alguien que le escuchaba le interrumpió con la siguiente pregunta :
- “Quiere usted decir que si 2 + 2 = 5 entonces usted es el Papa”.
Russel contestó afirmativamente y procedió a demostrarlo de la siguiente manera :
- “Si suponemos que 2 + 2 = 5, entonces estará de acuerdo que si restamos 2 de cada lado obtenemos 2 = 3. Invirtiendo la igualdad y restando 1 de cada lado, da 2 = 1. Como el Papa y yo somos dos personas y 2 = 1 entonces el Papa y yo somos uno, luego yo soy el Papa”
2014-07-14
¿EN MANOS DEL DESTINO?
Oda Nabunaga fue un señor de la
guerra; medio legendario, a quien entre otras epopeyas se le atribuye la sangrienta
unificación del Japón medieval. Se dice que Oda Nabunaga se dirigió con su
pequeño ejército a enfrentarse con otro señor feudal que tenía un ejército
mucho más numeroso. Sus vasallos estaban desmoralizados.
Cerca del lugar donde se debía
dirimir la batalla se erigía un templo sintoísta. Era un templo muy parecido al
de Delfos en la antigua Grecia, que tenía la capacidad de vaticinar los favores
divinos: las personas acudían allí para orar a los dioses y pedirles su gracia.
Cuando se salía del santuario era costumbre lanzar una moneda al aire; si salía
cara, se cumplían los favores que se habían pedido.
Oda Nabunaga fue al templo y rogó
ayuda de los dioses para que fuesen favorables a su ejército a pesar de ser
menos numeroso. Al salir del templo, lanzó la moneda y salió cara. Sus
guerreros envalentonados se dirigieron presurosos a la batalla y la ganaron.
Cuando la lucha se acabó, un
lugarteniente se dirigió a Oda Nabunaga y le dijo: «Estamos en manos del destino,
nada podemos hacer contra aquello que deciden los dioses», y Oda Nabunaga le
contestó: «Cuanta razón tienes, amigo mío», y le enseñó la moneda: tenía dos
caras.
La resiliencia es andar por la
vida con una moneda de dos caras. La moraleja de la historia de Nabunaga nos
dice que, a menudo, el destino está en nuestras manos. El futuro se debe
construir y nosotros tenemos mucho que decir al respecto. Para hacer realidad
aquello que queremos, es necesario creer que nuestro futuro no es un regalo. No
estamos delante de una situación totalmente ajena a nosotros, más bien, nuestro
futuro es algo que podemos conquistar. El ser humano tiene la capacidad de ser
guionista y protagonista de sus propias historias.
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