El Ogro, al que también llamaban el Astuto, y Ale eran muy amigos. Se querían de verdad y se confiaban todos los secretos. Ambos solían ir juntos de caza y colocaban sus cepos en el bosque, cada uno los suyos, y cada uno los recogía por la tarde con las piezas que habían caído durante el día. La suerte era incierta, unas veces ganaba Ale y otras el Ogro. Ambos gozaban de una suerte cambiante, pero eso nunca creó entre ellos ni celos ni desconfianzas Los dos se daban una vuelta por la tarde para recoger el botín del día. Aquella tarde, la pieza de Ale era mayor y de mejores carnes que la del Ogro, la diferencia era notable y es así como nació la envidia en el corazón del Ogro contra su amigo Ale, hasta el punto que no paraba de darle vueltas a la cabeza buscando un medio para sustraer la caza de Ale, hasta que no pudiendo más, dijo a su amigo:
- Querido amigo, creo que lo mejor que podemos hacer es comernos aquí mismo la caza del día. Llevarlas hasta nuestras guaridas me parece una tarea poco menos que imposible, perderemos el tiempo y nos cansaremos en vano. Lo mejor es que nos sentemos en este lugar que parece acogedor y demos buena cuenta de lo que hemos cazado. Para eso somos amigos, para compartir todo lo que tenemos. Venga, trae lo que tú has cogido, vamos a empezar por tu pieza, que es la mejor, y luego seguiremos con la mía. El Ogro pensaba comerse la caza de su amigo y conservar la suya. Pero su amigo Ale no era tan tonto como se creía el Ogro, la verdad es que le había sorprendido mucho su actitud, nunca había actuado así, pero enseguida comprendió cuales eran las intenciones de su amigo y respondió:
- Amigo mío y querido. Estoy de acuerdo con que nos detengamos aquí para comer y no tener que arrastrar la caza hasta nuestros hogares que están lejos, pero creo que es mejor que nos comamos la tuya que es más flaca y poca cosa y conservemos la mía que es mayor.
Ale quería conservar su animal y llevárselo a casa vivo, tal como lo conservaba hasta el instante. El Ogro aceptó la idea de su amigo y se comió de forma egoísta y glotona su caza dando solamente a su compañero de aventuras la lengua de su animal..Éste la metió en la boca pero no se la tragó.. Poco después, una fuerte discusión surgió entre los dos amigos preparada por el Ogro; y cuando más fuerte se discutía el Ogro reclamó la lengua de su animal pensando que Ale se la había comido ya, pero Ale la sacó de su boca y se la entregó sin ninguna protesta ni enojo. El Ogro, no pudiendo llevar a efecto sus planes, se excusó e invitó a su amigo a tragarse la parte que le correspondía de su pieza , pero Alè no le hizo caso y cada vez que el Ogro se volvía a enfadar y a exigir la devolución de su lengua, Ale se la presentaba hasta que Ale creyó que la discusión había terminado y se comió definitivamente la carne.. El Ogro, buen observador, se dió cuenta de que por fin su amigo se había tragado la lengua de su animal y volvió a reclamársela. Ale, no sabiendo cómo reaccionar, confesó que se la había comido. ¿Qué va a decir? No lo podía negar.
- Si es así, vamos a matar a tu animal y nos lo vamos a comer ahora mismo; argumentó el Ogro lleno de cólera fingida y dispuesto a realizar sus deseos.
El Ogro mató la caza de Ale y a éste le entregó la cabeza guardándose el resto del animal. Ale se calló, no quiso discutir, era inutil. Así es que, sin decir nada marchó camino adelante fingiendo una humillación que le era difícil soportar. Abandonó a su amigo en el bosque y se adelantó un buen trecho. Cavó un agujero profundo y se metió dentro sosteniendo con sus manos la cabeza que le había dado su amigo. Nadie se podía imaginar que alguien sostenía esa cabeza desde el interior del agujero. Era una trampa que había preparado para vengarse del Ogro.
Al poco rato apareció su ilustre amigo feliz y orgulloso de haber vencido a su compañero sustrayéndole con su ingenio la carne tan exquisita que había cazado ese día. De repente, descubrió en el suelo una cabeza misteriosa que emergía de la tierra produciendo un ruido de ultratumba. Eso no podía ser nada más que un fetiche y el Ogro, aterrorizado, cayó de rodillas. La voz decía:
- Ogro, te estás portando de manera irrespetuosa. Esta tierra es sagrada y la has profanado, dame las piernas del animal que has cazado.
El Ogro se las dio, pero el fetiche no se contentó con ello y pidió las costillas, el lomo, toda la carne que el Ogro había sustraído a su amigo Ale.
- ¡Y ahora quiero que me des una de tus piernas!, gritó el fetiche.
El Ogro, temblando de miedo, inició una veloz carrera a través de la sabana que desapareció en un instante y no se le volvió a ver más, temeroso de la voracidad de aquel fetiche. Mientras tanto, Ale salió de su agujero y recogió la carne que el Ogro había abandonado.
Así es que, en la amistad, es mejor confiar enteramente en el amigo y no ocultarle nada con la precaución de que uno se puede encontrar en la vida con alguien más astuto que uno mismo, por muy inteligente que se crea.
Cuento recogido por Rafael Marco SMA