Cuando el soberano de un reino vecino anunció su propósito de visitar el monasterio, todo el mundo exteriorizó su nerviosismo. Sólo el Maestro mantuvo su habitual calma.
Conducido el rey a presencia del Maestro, le hizo una profunda reverencia y le dijo: «He oído decir que has alcanzado la perfección mística, y quisiera saber cuál es la esencia de lo místico. »
«¿Para qué?», preguntó el Maestro.
«Deseo averiguar la naturaleza del ser, a fin de poder controlar mi propio ser y el de mis súbditos y conducir a mi pueblo a la armonía. »
«Está bien», dijo el Maestro, «pero debo advertirte que, cuando hayas avanzado en tu averiguación, descubrirás que esa armonía que buscas no se consigue a base de control, sino a base de entrega. »
ANTHONY DE MELLO, Un minuto para el absurdo